miércoles, 21 de abril de 2010

Ay, Dios!


Hoy he estado montando y flipando con el dolor que supuraban algunos planos. El dolor de recordar cómo los hicimos, lo que nos costó. Eso sí, tú ves el material y no lo adviertes. Lo he recordado al oír, en medio de una toma, una voz en off, susurrante, que decía: "Ay, Dios".

Alejandro, mi montador, totalmente ajeno al drama, no lo había escuchado.
-¿Quién dice "Ay, Dios"?, me pregunta. Era Txitxo, el cámara.
-Pero, ¿porqué? ¿Qué pasaba?
Claro, resulta que no tenía el plano nada de peligroso, a primera vista. La trapecista juega con la tela. Lo que ocurría, era, sencilllamente, que la hicimos repetir el plano una docena de veces, eso antes de que empezaramos a grabar, haciendo ensayitos. Cambiamos de posición los palos... Ahora recuerdo más cosas.

Los palos que sostienen la tela no estaban ahí al comienzo. Había un Truss colgado de una grúa, creo. Claro, el tema es que yo dije que el final del truco no se veía en plano. Pero en el plano anterior, que rodabamos antes que ése, un general, SÍ QUE SE VEÍA el truss. Por lo tanto, sin cortarme un pelo, pedí que quitarán la grúa y el truss. Eso ocasionó un temblor general, porque había costado UN HUEVO poner la grúa y el truss ahí. Así que había que construir unos palos de circo que funcionaran de verdad. Oskar, de reyes Abades, no lo dudó un segundo y se puso manos a la obra. Mientras, rodamos el general, y cuando Oskar terminó, probamos los palos a la trapecista.

Por eso la trapecista estaba un pelo insegura. Aquello era nuevo. Además, en el plano la cámara estaba colocada justo debajo de ella. Concretamente, si se caía, pongamos, de unos doce metros de alto, caía sobre la cámara, y sobre Txitxo, obviamente. Por eso decía Txitxo, susurrante, "Ay, Dios".

Alejandro no cayó en la cuenta. Ni falta que hace. Veremos la peli y nadie caerá en la cuenta de esas pequeñas cosas, porque para eso se hace cine. Para que la gente piense en lo que le cuentas, no en cómo, ni porqué, ni para qué. Eso es lo grande, lo jodido y lo doloroso del asunto. Y si no te gusta, a trabajar en Caixa Nova.

martes, 20 de abril de 2010

Me quiero envasar



Qué cena espectacular. Lo mejor: un comentario acerca de los usos y costumbres de ciertas personas que disfrutan envasándose al vacío. Sí, me explico: al parecer, existe una serie de individuos que consideran muy placentero el sentirse herméticamente cubiertos por plástico. No es suficiente un traje bien ajustado, no. Lo suyo es sacar todo el aire que hay entre el plástico y tu piel, y caer en el suelo como un embutido para, posteriormente, ser objeto de escarnio o admiración durante unos minutos, o incluso horas, dependiendo de lo ocupado que esté uno. Con el objeto de solucionar el siempre recomendable asunto de sobrevivir, y no asfixiarse, se practican unos agujeros minúsculos en la boca y en la nariz, o sólo en la nariz, si se prescinde de decir algo, durante el proceso.

Aislarse del mundo. Ser un chorizo, una salchicha alemana. Ser objeto. Por fin. Sí, ¿por qué negarlo? Lo encuentro apasionante. Yo soy más de goma que de plástico, más de cuerdas que de enemas. Cada uno tiene sus manías. No me molestéis, estoy aquí, en el suelo. Paso de vosotros. Es más: paso de mí mismo. Tocadme, pegadme, pisadme, pero no llegaréis a mi verdadero ser, a mi alma precintada. Bueno, pues de esto y otras cosillas mundanas hablamos en la cena. El pescado se nos pasó un pelín, pero los postres triunfaron. El vino blanco calentorro, pero luego se nos olvidó. Qué risas. Pedro, Bo, Rubén, Carlos, Carol, David y yo. Muy bien.

Me encantan las cenas.

lunes, 19 de abril de 2010

Complicaciones


Tranquilos, que todo va bien. Estoy un poco liado, nada más. Cosas con la academia, con un videoclip, con el montaje de la película, con mis hijas, y con una mujer. Una mujer maravillosa. Claro, todo eso dificulta la actividad literaria. Pero estoy en ello. Dadme tiempo. En cualquier caso, ¿no es magnífico no poder escribir porque se vive? ¿Es la literatura un sustituto de la vida, una imitación, o es la vida una narración de un Dios con inquietudes? Nnnghh. Sigo otro día. Tengo invitados a cenar.

sábado, 10 de abril de 2010

Apología de la resaca



Resaca. Otra vez. Pero una resaca amigable, entrañable, suave, sin asperezas. Una resaca educada. Tierna. Me duele la cabeza y la espalda, sí, pero ¿por qué lamentarse de algo constante e inevitable? ¿Alguien se lamenta de la lluvia cuando llueve, o del calor, cuando hace sol? Sí: yo, pero eso se ha acabado. Lo que es, es, y lo que no es, no es, como decía Torrebruno en aquel programa de la tarde. Tigres, leones: todos quieren ser los campeones.

Resaca. Hola, hermana resaca. Hola, hermano lumbago. Hola, erección impenitente. Soy todo vuestro. Poseedme con alegría, sin falsos temores, sin miedos, sin timidez.

Resaca. las olas van y vienen, arrastrándome. Mi cuerpo blando se mece bajo la espuma. La arena se introduce en mi orquesta de michelines. Suena un blues. Christmas Caravan, interpetado por los Squirrell nut Zippers. Como una ballena varada en la playa, me dejo llevar tan sólo unos metros, lo suficiente para ahogarme. Dos Alka-seltzer. Un Espidifrén. Dos Ton-was. Todo en el mismo vaso, revuelto. Olas y espuma blanca. Me lo bebo, como el Doctor Jekill.

Come on, come on, dice Elvis. A little less conversation. Dios le bendiga. ¿Me vuelvo a la cama? No, en un rato. Sin prisas. Noto un pequeño desequilibrio en mis piernas, una falta de coordinación curiosa. Me caigo en el pasillo, de bruces. No me he hecho daño. Los codos, quizás. Mi barriga suena como un fuerte cachete al chocar contra el parquet brillante. Me río a solas, desnudo. El olor de las palomitas en el microondas me recuerda que debería haberlas sacado de allí hace rato.

Suena en el Itunes "A mezzanotte" de Adriano Celentano. Buscadlo en Spotify. Ese es el tema. Ese y no otro. Es el tema de la resaca. Qué delicia. Ba, ba, ba, babai...

¿Cuál es el motivo de que la resaca sea tan placentera? La sensación de que el día está perdido, de la imposibilidad del movimiento, de que no quieres ni debes hacer nada, ni por tí, ni mucho menos por los demás, no hay objetivos, destinos, intereses. La felicidad es la muerte del deseo. Todo está deliciosamente perdido. ¿Por qué agobiarse, entonces? Ver la tele, dejarse llevar por el mando. Perderse en Intereconomía, en las ofertas de aparatos gimnásticos que caben debajo de la cama. Ser uno con la Gran Idiotez, perder el principio de individuación. Ser uno con el magma primordial. Ser Dioniso. Ser un idiota. Ser Dios.

jueves, 8 de abril de 2010

Ser wireless


Un fotograma de la película.

Perdón por no escribir. He empezado el montaje. La mudanza de la casa es un sindios, como todo. Los de Ikea no me han mandado las piezas de un mueble, y estoy pensando contratar a los Miami para que les rompan las piernas. El otro día perdí la razón, sacando las cajas de los estantes con mi dolor de espalda. Lo peor es ver a los técnicos mirándote, sonriendo. ¿Y si vuelvo armado con un AK-47, de esos que tenía en la película? Hay que pasar a mayores.

La academia strikes back, y me pilla hecho una braga sucia de señora mayor sudada por llevar el carrito de la compra lleno de latas de berberechos. Las noches son un cúmulo de aperturas de alcoholes, taninos y embriagueces múltiples con sus correspondientes resacas imposibles de sobrellevar. Sigo durmiendo poco, o nada, y se me nota. Los ojos rojos como tomates podridos. El otro día, en el ministerio, hablé con los funcionarios mientras se me salían las neuronas por las orejas, de un modo sutil, supurante. Alguien advirtió, seguro, que bajo mi asiento se formó un charquito de neuronas blandas, como una polución nocturna, pero ministerial.

Voy a hacer un videoclip con un amigo, en un par de días, sin preparar, a pelo, porque no hay tiempo. tengo que ir al médico. Mirarme la espalda, los dientes y los esfínteres. Nunca me he fijado, pero seguro que me han salido muchos esfínteres pequeñitos, al lado del principal, como un sarpullido de agujeritos morados e irritados. El cuerpo se organiza para solucionar problemas de espacio. Quizá la semana que viene. Ahora se acercan un par de festivales a los que debería asistir. Mi nueva casa es maravillosa, porque no hay nada, pero abriendo cajas y cajas la estoy estropeando. Debería tirarlo todo, tirarme a mi mismo, y comprarme nuevo, pero creo que estoy descatalogado, ya no queda mi modelo. No se fabrica, porque ahora se utilizan nuevos sistemas que no se cuelgan, que no dan problemas. Y mis adaptadores son pesados y llenos de cables.

LOS CABLES
El mundo de los cables, de conectar los aparatos, me enloquece, me enerva, me altera, me desquicia. Miles de cables que se quedan sin enchufar, otros miles que me faltan. Veo cables por todas partes, cargadores, cables y cargadores. Los cables, los adaptadores y los cargadores significan algo mucho más profundo. Son señales que me manda el Altísimo para que entienda que no puedo seguir así, que necesito liberarme de tanto cable, desconectarme, ser más wireless, o algo. Quiero ser wireless. Por favor, una vida wireless. Pero ya no se puede. No se puede.