viernes, 21 de mayo de 2010

Tiempo

Las cosas se complican. Mis productores, después de enseñar un teaser en Cannes, están convencidos que deberíamos llegar a Venecia con la película, y yo creo que es imposible. No da tiempo.

Deberíamos tener un montaje final para el día 8 de Julio, para que pudieran ver los chicos de Venecia al menos un primer montaje. Tengo 33 días hábiles para acabarla. Sencillamente los planos pegados, sin música, sin efectos, sin etalonaje, sin posproducción. Enseñar una chapuza inacabada, que es una de las situaciones más estresantes y dolorosas que existen para mí.

Se da el caso de que lo intentemos y no lleguemos, con lo cual habríamos hecho un esfuerzo brutal en vano. Lo que más me duele es volver a la cuenta atrás, a la angustia de la urgencia, a contar los minutos que me quedan. Por otro lado, al ser el rodaje así, el proceso de montaje es mucho más complejo.

Hay poquísimas tomas, y cada una de su padre y de su madre. Hay una reacción buena en la toma tres de la cámara C. La respuesta buena está en la toma 4 de la cámara B. El inserto de la mano lo rodamos con la canon, con una cámara de fotos. El general está en una Red One que nos prestó EPC. Hay varias tomas totalmente distintas unas de otras. No había tiempo para ensayar, y ensayaba rodando. Cambiaba los tonos de la interpretación. Hay tomas en que los personajes gritan, otras lo hacen prácticamente mirándose. Tomaba decisiones a partir de la toma anterior, cambiando el espacio, el texto, la situación de los personajes.

Ahora montarlo lleva tiempo. Necesito tiempo. Tiempo para pensar, pero para eso ya no hay tiempo. Hay tiempo para desesperarse, para enloquecer, hay tiempo para odiarse, para despreciarse. Hay tiempo para no pensar en el otro, hay tiempo para cualquier cosa menos para el trabajo bien hecho. Todo es antes. Todo antes.

Siempre he trabajado en estas condiciones. Hacer cine es rodar lo que puedes en el tiempo que te queda antes del bocadillo. Siempre hay un festival al que ir, porque gracias a él puedes ahorrarte parte del lanzamiento publicitario, y gracias a esa fecha límite, la película se acaba con menos semanas de producción, que es de lo que realmente se trata. Si no fuese así, esperaríamos a Cannes del año que viene, y llevaríamos la película perfecta.

Pero no. Tengo que montarla en 33 días. Y espero que les guste.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cannes 1


La verdad es que podría contar muchas cosas de mi estancia en Cannes, y podría parecer que estuve allí toda una semana, pero lo cierto es que fue tan sólo un día. El ministro de Cultura francés, una persona encantadora, decidió que sería una buena cosa homenajear al cine español, y hacer un pase de Tristana.

Tristana me dejó destrozado. Uno se dirige sin armadura a este tipo de proyecciones y de pronto se apagan las luces y ves una película de Buñuel sin anestesia. Tristana es tan compleja y tan densa como un puré de mercurio, como un plato de lentejas metafísico. El nivel de energía perturbadora es colosal. Tristana es radioactiva, cruelmente tóxica. Hay demasiado dolor y demasiada enfermedad, una especie de virus radioactivo que contamina el alma, como si hubieran encontrado la película en un bidón enterrado a quince metros bajo tierra en la Filmoteca, cubierto de plomo, o como si aparecieran las latas en la disección de un cuerpo podrido en el barro. Dentro de sus jugos malolientes de colores desvaídos se encuentra la clave que desentraña lo más enrevesado de nuestros corazones, el deseo más perverso y obsceno. Y me gusta tanto, me acojona tan profundamente verme ahí dentro...

Encuentro en internet el plano en el que se desnuda frente al mudo adolescente, ése que pasaba demasiadas horas encerrado en el baño. Hay algo ominoso, embriagador y delicadamente pornográfico en el placer de su sonrisa.

El acto estaba bien organizado y salió perfecto. Una nueva oportunidad (nunca serán suficientes) para promocionar nuestro cine allí donde hay que hacerlo, en el mayor punto de encuentro internacional de la industria cinematográfica. La ocasión era singular, única. Allí estuvimos, porque esa es nuestra obligación. Nos acompañó Catherine Deneuve.

Catherine Deneuve es maravillosa, tal y como la imaginamos, elegantemente turbadora. Sus ojos ocultan toneladas de información acerca de la vida, el cine, el amor, lo que hay que hacer, lo que no, lo que sería bueno que no se supiera, lo que nunca deberíamos ni soñar, pero resulta delicioso imaginarse, en fin, un océano de experiencias jugosas, rebosantes de sentido, todas escondidas tras las cortinas de su mirada y su sonrisa. Y fuma mucho, sí, fuma mucho. Fumando tuvimos un encuentro delicioso en una esquina del Carlton, cinco minutos inolvidables en los que pudimos hablar con ella tranquilamente, de tonterías, tan a gusto.

Luego nos fuimos a una fiesta privada de Vanity Fair en compañía de Pedro (obviamente, sin él no hubieramos pasado de la puerta), pero esto lo dejo quizá para mañana, porque es excesivamente frívolo y superficial. Y sí, estoy convencido de que, a pesar de ello, no deja de tener cierto interés. No se pierdan la segunda parte de este post tardío. Por cierto, Meg Ryan sigue siendo bellísima, Naomi Campbell no es tan alta como imaginaba, Tim Burton había seguido al pie de la letra las recomendaciones del papelito de la botella "drink me", y no conseguí ver a Joan Collins, por muchas vueltas que dí.

sábado, 8 de mayo de 2010

Mirar dentro


Durante este tiempo absurdo y prolongado, a parte de montar, aunque algunos crean que no lo he hecho, y ya tengo media hora de película, he estado mirando dentro. Ellos no lo entenderán, pero miré dentro, a través de una vieja puerta de madera. Un sueño, una pesadilla, quizá. Pero no, era demasiado cálido. La rendija de madera me permitía ver un agujero en una pared de ladrillo, a un metro escaso. Allí, a través de ese segundo agujero, encontré una tercera apertura, que abre el camino hacia el absoluto. La verdad húmeda. El abrazo tierno de unos labios. Una luz que indica el camino. Esto es lo que ví.